miércoles, 11 de abril de 2012

Un viaje en autobús y siete manifiestos dadá


Granada tierra soñada por mí si no fuera por el tedioso viaje que hay que hacer para llegar a ella desde los confines de la frontera portuguesa. Casi nueve horas de autobús. Y yo que casi siempre me mareo cuando leo. Dan para pensar mucho.

Pasadas ya unas cuatro horas y con cinco más por delante, decidí sacar un libro: "Siete manifiestos dadá" por Tristán Tzara. Todo lo que tengo que decir es que ese hombre era un genio. Páginas llenas de incongruencias reivindicativas. Brillante.

Retrato de Tristán Tzara, Robert Delauny




DADÁ propone dos soluciones:
¡NO MÁS MIRADAS!
¡NO MÁS PALABRAS! (Basta de manifiestos)

 

Todo el mundo es encantador. E ingenioso.
¿No es delicioso?


He aquí el gran secreto:
El pensamiento se hace en la boca.
Todavía me parezco muy simpático.


Así dadá se hace cargo de la polícia con pedales y de la moral con sordina.


Aúlla.


El autobús se detiene. Estepa. Suben al menos veinte universitarios rumbo a Granada y de todos ellos tiene que sentarse a mi lado ELLA.
Ella es andaluza cerrá-cerrá, lleva una capa de maquillaje de al menos medio centímetro de grosor. Recibe una llamada. Responde a voces, la verdad es que me importa muy poco lo que tenga que decirle a quien sea que esté al otro lado de la línea, pero me entero de todo. No puedo seguir leyendo, paro hasta que termina. Se aburre. Saca el mp3. Reggaeton. Tiene los auriculares puestos y lo oigo todo. Me enerva. De todos, me tuvo que tocar ella. Me obligo a seguir leyendo pero es difícil cuando tienes que escuchar esa mierda.


Manifiesto del señor Aa el antifilósofo

(...) y todos ustedes son idiotas
cataplasmas
en alcohol de sueño purificado
vendajes
idiotas
vírgenes


No puedo dejar de pensar en los dadaístas. Todos valientes. Revolucionarios. ¿Puedo llamarlos "locos" sin que suene peyorativo? Artistas puros. Puros. Y es curioso porque mientras leo "todos ustedes son unos idiotas" tengo sentada al lado a una de las buenas. Y me gustaría decirle que es una idiota. Alienada. Idiota. Los dadaístas lo hacen. Idiota, idiota, idiota. Aúlla.

Me pregunto cómo hemos llegado a este punto, en el que lo normal es ser maleducado, escuchar música fácil, pintarse como una puerta, visitar las dicotecas como si fueran auténticos templos...

¡PENSAD, MALDITA SEA!
¡DESPERTAD!



Dadá dio para mucho en ese viaje. Creo que fue la gota que colmó el vaso. 
¿Mi conclusión? Necesito expresión.

Y esta es la razón por la que abandono mi proyecto surrealista y mi paleta colorista, para pasar a una nueva etapa mucho más expresionista (espero).

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